Teresa Rodríguez Miguel – Informante

Fotógrafa logroñesa y profesora en la Universidad Popular Logroño desde 1997. Cuenta con siete exposiciones en solitario: De Toda la Vida, Look. Construyendo la cuidad habitada, Plan de Rodaje, Luz en Danza, Historias habitadas, Fundación Photo-Service y Paris/Lisboa. Asimismo, también ha ejercido como comisaria y ha impartido talleres y charlas, combinando Fotografía con educación, historia, vino o visibilidad de la mujer (en este marco ha participado en el Festival Miradas de Mujeres en La Rioja en 2014 y fue conferenciante en el Museo Würth de La Rioja en 2016 con Mujer, arte y tecnología).

Los recuerdos de su infancia se remontan al taller de carpintería de su padre y a la panadería que, justo en frente, regentaba su abuela en la calle Mayor. También a las fiestas logroñesas, sus coros y danzas -que practicaba desde muy temprana edad hasta que cumplió la veintena- y a aquel minucioso proceso en el que su madre le peinaba y vestía para bailar en La Ofrenda de Flores por San Bernabé.

Su memoria viaja, además, a variadísimas tiendas vecinas y a recados pagados con pesetas: charcuterías, una carbonería, pastelerías, la lechera rellenando jarras, bloques de hielo… Ser parte de la actividad y de la rutina de la ciudad, pero también observarla con detenimiento, han sido piezas fundamentales para la construcción de su mirada fotográfica. Sin artificios o lugares exóticos, Rodríguez abraza lo próximo, el día a día.

Su formación escolar tuvo lugar en el colegio Divino maestro y en Adoratrices, a partir de segundo de BUP. Recuerda a una Teresa distraída, de naturaleza creativa que le costaba sentarse a hacer un ejercicio de matemáticas, su ajetreada calle no le había enseñado a hacer pausas. El gusto por el arte, la imaginación y la inventiva eran también el sello de su familia: pintores, músicos, sastres… Recuerda, así, como su madre fue quien le confeccionó su vestido de boda.

Su adolescencia transcurrió también en encuentros en el árbol de La Glorieta, en las sesiones de catequesis de La Redonda (donde conoció a su marido), paseos con sabor a chuches y domingos de cine en Los Escolapios. En cuanto a su educación vital, aquellas danzas riojanas le llevaron a atesorar experiencias que recuerda con cariño: charlas tras los ensayos, actuaciones en pueblos de alrededor, viajes al extranjero… Para “amueblar su cabeza”, como ella misma testifica referenciando a Rafael Azcona, fueron también fundamentales las visitas a su tía, residente en Francia, pues fue en estas cuando tuvo sus encuentros primerizos con las cámaras fotográficas. Rodríguez destaca, así, el valor de la imagen para “hacer presente, documentar y dar identidad”.