Pedro Martínez Madorrán llegó al Mercado de San Blas con doce años, su madre contaba con un puesto pequeño y él le echaba una mano, yendo al colegio por las tardes. Por las mañanas, antes de ir a la frutería, ayudaba en la iglesia de San Bartolomé y de esta manera obtenía un permiso para concentrar su educación en horario matutino. “La plaza era un hervidero, no había supermercados y era el día a día, a tope”. El gerente de Frutas Pedro indica que en su preadolescencia había en esta Plaza de Abastos tres veces más de puestos de los que hoy se encuentran. Recuerda que, con su madre, vendían cuatro tipos diferentes de fruta de temporada a diferencia de la gran variedad que se puede encontrar actualmente, también señala el menor poder adquisitivo de su clientela y rememora las imágenes de las mujeres que venían cargadas con sus carros desde la otra punta de la ciudad. Entre los puestos de su infancia, desfilan la charcutería Juli, la Marina o la pescadería Suso. También mantiene congelada en su mente la imagen de las hileras de personas aguardando su turno en las carnicerías los días de matanza de cerdo en San Martín.
De domingo a sábado, con catorce años, vivía en Calahorra, en casa de sus tíos, para así poder comprar y trasladar género para la tienda. Labor por la que todas las mañanas se levantaba a las seis de la madrugada. Ya con la mayoría de edad, el negocio pasó a sus manos.
Más allá del trabajo, Martínez lleva cincuenta y cuatro años vinculado al club deportivo Berceo como directivo y vicepresidente, su mayor afición.
Conoció a su mujer con quince años, en la plazoleta Doctor Zubía, en una de las verbenas nocturnas que allí acostumbraban a hacerse. “Con esa yo me caso ahora mismo”, recuerda que comentó a sus amigos. “Y efectivamente, así fue”. A día hoy, celebran cincuenta años de matrimonio, tras haberse hecho cargo los dos de Frutas Pedro. Hace ocho años que sus hijos han tomado el relevo de la frutería, aunque su padre continúa colaborando. “Yo quisiera saber que se ha conseguido en la vida sin el sacrificio”, reflexiona este frutero con pasión por su trabajo y por el Mercado de San Blas.