José Manuel Ruiz es vaquero en Las Nieves. En su recuerdo viven las imágenes de tractores y remolques tirados por caballos dirigiéndose a Logroño para abastecer de leche a la cuidad: Ruavieja, Doce Ligero, Calle Mayor… El Casco Viejo era su área de actuación. Rememora a las amas de casa, cazuela en mano, bajando de sus casas a la señal de la bocina o la hora irrefrenable en la que repartían sin parar en Avenida Navarra. Recuerda refrescar su leche en pilas de agua fría para ponerlas a punto para la venta. Hace ya cuarenta años de esas imágenes y como el mismo indica, las amas de casa que en su día significaban sus clientes potenciales, ahora ya no existen, vendiendo sobre todo a Hostelería. La innovación, el cambio, es una constante en su trabajo. ¿El obstáculo?: la falta de relevo generacional, apunta.
Le llegan a su mente escenas, también, sobre cómo sus padres ordeñaban las vacas a mano y aquella ocasión, en el 82, cuando se fue la luz y tuvo que retornar a esta costosa labor para una veintena de sus animales. Ahora, según sus cuentas, pueden ordeñarse ochenta vacas a la hora.
A sus dieciocho años, él mismo iba a buscar fardos de paja, y pasaba dos o tres horas en su remolque. Ahora, agradece que en diez minutos un camión se los deja delante de sí.
Más allá de su trabajo, recuerda las quedadas con sus amigos para ir a la discoteca. Las sesiones se repartían entre la noche del sábado y el domingo por la tarde; recuerda las ganas de que llegaran los fines de semana, para volver ahora reunirse. “Ahora los jóvenes se ven mañana, tarde y noche”, diferencia. Lejos quedó también ese San Mateo de su adolescencia con la chuletada en Avenida Colón y las barracas en República Argentina.